Durante todo el año, es posible aproximarse sin timidez a una de las poblaciones más grandes de elefantes marinos de Península Valdés, junto a los acantilados de Faro Punta Delgada.
PENÍNSULA VALDÉS.– Ellos se mueven con pesadez, observando el derredor atentos a potenciales enfrentamientos para demostrar quien manda en la manada. Ellas, con un poco más de gracia, alimentan a los cachorros y duermen plácidamente en la mañana iluminada de la Península Valdés.
Campo adentro en la estancia del Faro Punta Delgada es posible llegar a la playa El Arenal, no sin antes haber probado la velocidad del viento cruzado de la Patagonia costera y haber sorteado el desfiladero de un acantilado que permite acercarse mucho (pero mucho) a la colonia de elefantes marinos que habita aquí todo el año. Dependiendo la época habrá más o menos cantidad de ejemplares –los machos llegan en agosto para delimitar su territorio, involucrarse en luchas sangrientas y aparear a las hembras-, pero de todos modos, la experiencia siempre será intensa y cercana. Si el grupo (siempre guiado por los especialistas de la estancia) permanece en silencio y se aproxima un tanto agachado para no ser visto por los elefantes, el resultado de la observación puede ser tan inaudito como fascinante. Se escucharán los sonidos que los machos emiten con sus enormes trompas, se podrán fotografiar las miradas dulces entre los pequeños y sus madres, quizás habrá algún enfrentamiento o algún cachorro inquieto sacudirá arena sobre su lomo con espasmódicos movimientos de su aleta. Vida natural al alcance de los binoculares, en un refugio de la península más biodiversa de la Argentina.