Cusco reúne una mística muy particular. Sólo quien ha andado sus calles con cierta sensibilidad se percata de ese ambiente. Cerca de la Plaza de Armas y lindante con el ex Palacio Las Nazarenas, se abre el que perteneciera al inca Amaru Qhala. Rearmado como en capas hasta nuestros días, es sobre él que se erige el Belmond Hotel Monasterio. Un edificio con arquitectura renacentista colonial, un patio y un pórtico de piedra con el Escudo de Armas Español.
Vencido el imperio Inca, sobre esta propiedad se asentó en 1598 el seminario de San Antonio Abad, uno de los íconos arquitectónicos coloniales más impactates y en mejor estado de conservación del Cusco.
Sus orígenes datan de fines del siglo XVI, momento en que el obispo Antonio de la Raya dio carta blanca para el inicio de la casa de estudios que casi un siglo después se convertiría en la Universidad Regia y Pontificia bajo la protección del obispo Mollinedo.
La pequeña capilla que aún hoy se conserva fue mandada a ser construida por el mismo obispo. Su sobria fachada de piedra deslumbra en la apacible plazoleta de las Nazarenas, dentro de un conjunto urbano verdaderamente monumental.
Sobre la portada de resabios clásicos se abre una ventana coral elíptica flanqueada por dos elegantes espadañas. Estas son casi idénticas al campanario de la vecina capilla del antiguo beaterio de las Nazarenas en la llamada «casa de las sierpes», por las numerosas serpientes que adornan sus muros de origen inca.
Los retablos de la escuela cuzqueña se conservan en los muros del espacio restaurados cuidadosamente. Datan del 1500. El complejo religioso posee una urdiembrre muy bien tramada con el propio Hotel Monasterio. A la derecha de la entrada de la capilla, por ejemplo, se puede ver el antiguo salón general del monasterio, hoy convertido en la recepción del hotel.
Aquí se exhiben escogidas pinturas de la escuela cusqueña, en su mayoría procedentes de la colección de la fundación de José Orihuela Yabar, responsable de fundar en 1969 el Museo de Arte Religioso.
En sus habitaciones y áreas publicas se exhiben muebles y tallas coloniales. Los dos claustros del seminario han sido espléndidamente restaurados, al igual que todos los ambientes aledaños.
El aire monacal sigue bañando el espacio, en virtud a que las acciones de intervención arquitectónica, artística y prácticas hoteleras se hicieron en un sabio equilibrio conservacionista.
La vida turística intrincada
Uno de los ejes en que transcurre la vida cuzqueña es la melange armónica que se genera a partir de las culturas cruzadas. Más allá de las crueldades del pasado, el hoy emerge unido y enriquecido por esas tradiciones.
Ejemplo de estos encuentros es la pequeña huerta del hotel que se convirtió en un Centro de Capacitación Agrocológica, en el que se creo un plan que permite a los pobladores de la región realizar aprendizajes agrícolas, empoderándolos tanto para el autoabastecimiento, como que se conviertan en proveedores de las múltiples experiencias turísticas de la ciudad.
Las muchas vidas de la propiedad incluyeron un terremoto devastador, pero su camino hacia la actualidad se originó en 1965, cuando la estancia devino en hotel por primera vez. Su senda de recuperación y puesta en valor, en paralelo a la incorporación de riqueza en su patrimonio lo ha convertido en hito histórico nacional protegido por el Instituto Nacional de Cultura del Perú.
Este encantador refugio, guardián de siglos de historia, alberga un hotel de lujo, con dos restaurantes excepcionales y una gama de habitaciones y suites de diseño único. Todo aquello se encuentra alrededor de un tranquilo patio interior.
Se encuentra en pleno centro de Cusco. Sus puertas se abren sobre el lienzo colorido de arquitectura tanto antigua como moderna, los mercados, galerías y restaurantes de cocina andina.
El edificio que alberga Belmond Hotel Monasterio goza de un rico patrimonio y acoge su propia collección de arte. En el diseño del hotel destacan sus rasgos históricos que reflejan su rico patrimonio. En las piedras que rodean la puerta de entrada aún se puede admirar la imagen del Obispo monseñor Juan Serricolea y Olea.
La capilla es de estilo barroco y en sus paredes cuelgan cuadros de imágenes en marcos bañados en oro. Estas imágenes reflejan escenas de la vida de su santo patrón.
El corazón del hotel es su bello claustro en cuyo centro se erige una fuente y un cedro de 300 años.
El acercamiento a la vida de Cusco se realiza por iniciativa del hotel en diferentes acciones que exceden el alojamiento: clases de cocina luego de hacer las compras en el mercado de San Pedro; una clase de pisco para «llevarse puesta» la bebida típica el país; clases de cocina para niños, etc.
El aire de tradiciones mestizas enamoran. Y las raíces de la historia están ahí cerquita, al alcance de la mano, en la mesa de luz.