BECCAR – La zona norte de Buenos Aires aún conserva tesoros de quienes dejaron algo más que su pluma como herencia. Salimos de las transitadas calles porteñas para hacer un viaje al pasado de una mujer que enlazó el futuro de una manera particular. Escondida entre las altas paredes residenciales de Beccar, en San Isidro, una puerta de hierro y una alfombra verde a la que le sienta bien una tarde de lluvia, dan la bienvenida al lugar que supo cobijar a Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo, tal su nombre.
Quizás a algunos les parezca un museo, a otros un centro cultural pero quienes están a cargo de este simbólico espacio lo llaman “Observatorio Villa Ocampo” pues funciona como un sitio de reflexión e investigación de la UNESCO, por propia donación de Victoria en 1943. Motivada por las coincidencias con la Organización: la cultura como factor de desarrollo e inclusión social, la promoción de la diversidad cultural y de los derechos de la mujer, la tolerancia y la apertura a ideas y creencias ajenas, la casa funciona como puente para unir mundos y culturas con respeto y tolerancia.
El interior de la residencia tiene grabada en sus paredes la historia de una familia de clase que utilizó la casa durante muchos veranos, pero también las voces de grandes personalidades del mundo de la literatura y de la cultura general.
Los orígenes de la mansión se remontan a fines del siglo XIX. Francisca Ocampo de Ocampo -la “tía Pancha”- fue quien adquirió el terreno de 10 hectáreas que dio en herencia a sus sobrinas entre las que se encontraba Victoria.
Victoria Ocampo hizo de la casa su lugar de expresión. La transformó, le quitó las telas de las paredes, la llenó de cuadros modernos, de artefactos, de colores, de libros y de una vida atípica para la época.
No sólo revolucionó la casa sino que también marcó la ruptura de paradigma en el seno de su familia, y también en la sociedad de ese entonces. Fue una de las primeras mujeres en usar pantalones, en bailar tango, en fumar e incluso en sacar la licencia de conducir. Fundadora de una de las revistas y editoriales más influyentes de Latinoamérica, SUR, a las que impuso su sello en una época dominada claramente por hombres.
La casa tiene tres pisos, un sótano y un amplio parque que conserva el recuerdo de los numerosos encuentros intelectuales y leales, como los de su amado amigo Jorge Luis Borges. Se destacan sus blancas bibliotecas, su escritorio, un piano Steinway, su máquina de escribir y sus icónicos lentes que aún permanecen en el lugar, testigos eternos de su legado.
En el recorrido, las paredes de la casa hablarán de la Victoria precursora del feminismo y en el anecdotario resaltarán que espantó a sus padres con un matrimonio que no llegó al puerto patriarcal deseado. Y con orgullo murmurarán que tuvo un amor a escondidas al que ocultó casi veinte años en la más apasionada clandestinidad, mientras usaba de pantalla a un hombre común y convencional, tal como lo definiera la propia Ocampo.
Desde 1997 el Observatorio Villa Ocampo fue declarado Monumento Histórico Nacional. En cada sitio revolotea el espíritu y las ideas de una mujer visionaria, con inquietudes y argumentos para dejar boquiabierto a más de uno en una charla de café en el coqueto bistró francés, que allí también funciona.