La Via del Corso, también llamada simplemente il Corso, es una importante calle del centro histórico de Roma, que une la Piazza Venezia con la Piazza del Popolo. Es la arteria central del conjunto de tres calles conocido como Tridente. Su traza el del antiguo tramo urbano de la Vía Flaminia, llamado en la antigüedad y en la Edad Media Via Lata.
Representa la principal calle de compras de Roma. Se extiende aproximadamente por un kilómetro y medio y existen tiendas para todos los precios y todos los gustos: desde las etiquetas más prestigiosas o las principales tiendas monomarca hasta las marcas más baratas.
Junto con la Via del Babuino y la Via di Ripetta, constituye el conocido como Tridente, una combinación de ejes viarios surgidos entre los siglos XV y XVII como resultado de las importantes obras urbanísticas destinadas a enlazar la Porta del Popolo con las más importantes basílicas: San Pietro en el Vaticano, San Giovanni Laterano y Santa María Maggiore.
Parada obligada entre los amantes de las compras, de donde salen las vías del lujo y la alta moda, auténticos templos del gusto gracias a las firmas nacionales e internacionales más prestigiosas: Via dei Condotti, con sus encantadoras boutiques con las principales tendencias de la moda, Via Borgognona, Vía della Vite, Vía Frattina, Vía delle Carrozze, Vía Vittoria, son las vías ideales que permiten apreciar la originalidad de los productos realizados artesanalmente y la elegancia de los modelos presentes en los elegantes talleres.
Más o menos llegando al centro de la Vía del Corso se encuentra la histórica Galería Alberto Sordi, de refinada arquitectura Liberty.
El origen de la Vía del Corso se remonta mucho tiempo atrás, en la época del tramo de la antigua Vía Flaminia conocida con el nombre de Vía Lata, hasta que entre el 270 y el 275 d.C. el emperador Aureliano dispuso la realización de una obra de amurallamiento como defensa de la capital para hacer frente a la expansión de los invasores germánicos que avanzaban hacia los límites del Imperio.
Se trataba de una parte muy poco habitada, donde en la época imperial se enterraron ilustres personalidades y emperadores como Augusto y Nerón. Así, desde la Edad Media, la vía estaba prácticamente en desuso como consecuencia de las inundaciones más frecuentes del Tíber. Será entonces a mitad del siglo XV con el Papa Pablo II, el cardenal de Venecia Pietro Barbo, quien, muy ostentoso, se hace construir el impresionante palacio que adornará la plaza de Venecia en el que trasladará su residencia.
Fue entonces cuando la Vía del Corso se convirtió en la capital mundial del Carnaval: en este lugar se iniciaron, el 9 de febrero de 1466, fastuosas celebraciones con desfiles simbólicos de inspiración romana así como de la mitología clásica. Y la milenaria calle resultaba idónea como escenario de las animadas manifestaciones que cambiaron su nombre de Via Lata a Vía del Corso, una clara referencia a las desenfrenadas competiciones del Carnaval. Según el decreto del Papa, durante los ocho días no festivos del carnaval tenía lugar una auténtica carrera entre caballos, burros y búfalos, así como entre jóvenes, ancianos y niños, ofreciendo así un espectáculo indómito y grotesco que el Papa Clemente IX suprimió definitivamente en 1667. Pero, sin duda, la carrera más esperada, que permaneció prácticamente inalterada hasta 1882, era la de los caballos bereberes, veloces purasangres de origen africano.
El despertar del brillo
Un ingreso palaciego que rememora la entrada de carruajes. Más allá, adentrándote en la manzana, emerge la delicadeza. Una sofisticación lujuriosa que no desentona con la riqueza que propone el ajetreado diseño inspirador de las historias que rodean la manzana.
La primera impresión la ofrece la majestuosa escalera de mármol que promete un piano nobile exhuberante. El azul petróleo intenso de su alfombra, contrasta con los colores claros del mármol circundante. Una vez en la primera planta, los salones elegantes se suceden en una ecléctica composición que incluyen un bar estruendosamente sugerente, más allá el restaurante se ambienta en una piscina de frescos que rodean por completo la estructura. Vuelve a ganar el azul petróleo pero una versión más aturquesada, aportando una simbiosis de frescura moderna y antigua prestancia.
Se suceden el salón de la música y el de los relojes, ambos dotados de una electricidad sumisa al buen gusto. Al igual que el salón anexo al restaurante que, a modo de desayunados, se abre a la mirada renovada de un clásico de siempre.
Todo eso es Palazzo Roma, en el corazón mismo de Vía del Corso, a la mano de todos los atractivos, enclavado en el medio de la Ciudad Eterna y equidistante de todo lo que hay que ver. Un estilo de vida de que intenta forjarse como un hogare lejos del hogar, con una amalgama armoniosa de hospitalidad, intimidad y autenticidad con experiencias y momentos energizantes. Es el reflejo de la elegancia de la auténtica hospitalidad italiana en el esplendor de un noble palacio romano. Un homenaje interminable a la Roma más auténtica. Un palacio noble transformado en un hotel de lujo que cuenta historias increíbles y celebra la belleza la eterna. Una invitación a descubrir y redescubrir una ciudad con mil caras.
Palazzo Roma es un acto de amor a a ciudad y su historia, enclavado en su mismo corazón, donde el esplendor de la historia se encuentra con el lujo contemporáneo. Celebra la magnificencia eterna de los palacios nobles romanos del siglo XIX y ofrece lujo acorde con las necesidades del viajero de hoy. Las 39 habitaciones, suites y zonas comunes están adornadas con frescos originales, techos artesonados, paneles de madera con incrustaciones, suelos de parquet estilo Versalles y mármoles finos.
El interior de las habitaciones, de las más pequeñas a la exorbitante Suite Executive, se envuelven con colores atrevidos y arte de vanguardia, todo bajo un paño de elegancia del pasado que aloja las entrañas del palacio. Espacios personales, luminarias sorprendentes, espejos de piso a techo, fucsias, naranjas, azules y borgoñas se entrelazan con acabados de madera oscura y baños infinitos en mármol. Habitarlas es como soñar con un departamento propio en la ciudad.
La Via del Corso, comprendida entre los cuatro rioni de Campo Marzio, Colonna, Pigna y Trevi, se caracteriza por la presencia de magníficos palacios, iglesias y otros monumentos de gran relevancia. Por ejemplo, el Palacio Bonaparte, del siglo XVII, que fue la antigua residencia de Letizia Ramolino, madre de Napoleón Bonaparte, que actualmente es la sede de prestigiosas exposiciones de arte, el Palacio Doria-Pamphilj, que incluye la espectacular Galería que lleva el mismo nombre, la iglesia de San Marcello la impresionante Galería Sciarra, el Palacio Chigi del siglo XVI, la basilica de los Santos Ambrosio y Carlos en el Corso, con su cúpula obra de Pietro da Cortona, la casa-museo del poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), ubicada en el número 18.
Allí mismo, en Via del Corso 337, con interiores eclécticos y excéntricos del milanés Giampiero Panepinto, apuesta por la restauración. «El punto de partida fue crear una relación poética entre el pasado y el presente, entre la nostalgia y la realidad, el recuerdo y la imaginación -relata el propio Panepinto-. La propiedad evoca la historia de una noble familia romana que abre las puertas de su casa a sus huéspedes. He intentado revivir la atmósfera que se respiraba en las suntuosas estancias a través del arte, la música, la literatura y el cine, ambientes que rememoran las crónicas y relatos de la ilustre Roma”.
A lo largo de los siglos, el palacio ha sido residencia de varias prestigiosas familias italianas, convirtiéndose con el tiempo en un símbolo oficial de la aristocracia romana. El Palazzo Roma, más que un simple hotel, es un verdadero museo y una residencia noble. Decorado con paredes enteramente decoradas con frescos, mármol fino y majestuosas escaleras, invita a los huéspedes a revivir la magia de la Roma del siglo XVII.
Con un total de 39 habitaciones y suites, el Palazzo Roma, parte de la Colección Shedir, brilla como la noble estrella de la Ciudad Eterna. El hotel está situado a pocos pasos de los principales monumentos de Roma, como la Fontana de Trevi, la Piazza di Spagna, la Piazza Venezia y muchos otros. Ambientes elegantemente espaciosos esperan a los huéspedes para que aprovechen al máximo su estadía, todo ello acompañado de un impecable y eficiente servicio de conserjería.
La propiedad también ofrece una refinada experiencia gastronómica y de cócteles, que muestra la destreza culinaria del chef ejecutivo Federico Sartucci. Esta convergencia de arte, historia, cocina y diseño culmina en un único símbolo: el Palazzo Roma, tu hogar aristocrático en la Ciudad Eterna. Un espacio íntimo y lleno de alma.