Con acento desde el primer encuentro, la onda milanesa se cuece en cada rincón, sumando genuinas experiencias italianas al paladar. Ike Milano sorprende por su creación encantadora.
Parecería desentonar con las propuestas clásicas de Dardo Rocha, en Martínez, sin embargo, es esa particularidad lo que lo convierte en apropiado, distintivo y seductor.
Se nota la tradición real y no el intento de tematizar el espacio y la carta. Es que de la mano de su chef y dueño, Alberto Giordano, su Milán natal se hace presente desde el buen dominio de la lengua de su personal, la decoración que hace sutil la impronta italiana y, claro, la carta. Un menú que se atreve con clásicos aggiornados, con toques gourmet, sin perder la mano de la mamma.
El aporte genuino de cocina italiana se destaca. Los ingredientes típicos mediterráneos explotan en la boca como un regalo de las tratorías europeas.
Giordano es muy joven, aún no llega a sus 30, pero ya ha capitalizado todo lo aprendido entre las ollas del restaurante de su padre. Allí comenzó un camino inevitable hacia la propuesta que logra hoy. Ike Milano, de él se trata, es el restaurante que decide abrir para 2013 cuando se afinca en Buenos Aires. Elige un mascarón de proa de la gastronomía de zona norte al instalarse en una esquina que baña con los colores de su patria. Una vez dentro, el pasaje llega a buen destino. Sin convertirse en un espacio disfrazado, logra el toque apropiado de color azzurro, con cierta inspiración de diseño tan típico milanés.
Los tonos son claros, con paleta de grises que dejan el impacto cromático a alguna pared roja y fondos fuertes. La decoración es parte importante de la puesta, sin competir con lo importante: la carta. Un nuevo salón espera con algunas mesas altas y modernas con banquetas de madera y hierro, sobrevoladas por focos de luces cálidas, que promueven un interés por toques de vanguardia.
Se nota un particular interés por acoger al comensal, asesorarlo en su tránsito gastronómico y estar a disposición como lo haría la nona en su propia casa, aunque con una cauta libertad para llevar la experiencia con calma.
Chi ha bocca vuol mangiare
La cocina italiana es, por naturaleza, rica y diversa, con sabores plenos, poco mixturados, apoyada en productos frescos y con una larga tradición de mesa prolongada.
Los antipasti apelan a ingredientes mediterráneos (como prosciutto, pulpo, alcaparras, chipirones, mascarpone, hongos porcini, aceitunas griegas y tomates frescos, entre otros), aunque, a pesar de ello, proponen una vuelta de tuerca, siempre abundante. La bruschetta de berenjenas aporta sutileza en el sabor que no abandona intensidad. El mágico Uovo alla Don Pietro, dos huevos al horno con salsa de tomate natural, croutones de pan y aroma de trufas entra primero por el olfato, sorprende a la vista y macera perfectamente sus ingredientes en el paladar. La joyita es el Provolone ahumado gratinado con hongos salteados. Un logradísimo plato que bien podría ser de fondo.
Más entradas aguardan en el menú. Entre ellas, las pizzas fritas con su nueva versión: la Pizza Crudaiola, una propuesta estilo Margherita con rúcula fresca y prosciutto italiano y el plato de Láminas de pulpo español con puré de garbanzos.
Para los primi piatti es casi natural dividirse entre pastas o risottos. Para las primeras esperan opciones frescas de la casa o las pastas secas de De Cecco. El servicio siempre es abundante. Algunas novedades de esta temporada son los Paccheri alla Mediterránea con chipirones, aceitunas negras y alcaparras; los Gnocchi alla Sorrentina con salsa de tomate natural y provolone ahumado gratinado; los Raviolone de Zucca e Mascarpone, rellenos de calabaza cabutia y queso mascarpone, con manteca y salvia ; y los Fetuccine con Ragù de Ossobuco cortado a cuchillo, una alternativa ideal para los amantes del estilo «bolognese”.
Los arroces también tienen su fiesta en esta carta itálica. La alternativa con arroz carnaroli, calamar, panceta y reducción de Malbec es un logro interesante). El de hongos es una versión más clásica, pero muy seductora.
Los platos de fondo, para quien llega, invitan a degustar novedades de temporada: Escalopes de ternera con salsa de hongos porcini italianos y la Pesca blanca del día con alcauciles y papines.
Para la península, el postre es el carnaval de la mesa. Así que imposible partir sin pasearse por alguna de las novedades: La Pannacotta al Pistacchio con chocolate blanco, Torta di Mele Sottosopra, una fuerte torta de manzanas que se sirve con helado de crema, el L’Affogato Di Totó, un helado de crema americana con café y licor de Strega y el Volcán de Nutella, una delicia fuera de carta que vale la pena degustar. Nunca nunca perder la ocasión de arriesgarse con el tiramisú. Sabor con memoria, con un toque propio de la casa.
La música muy apropiada cierra el ciclo de una experiencia recomendable para imbuirse de cierto espíritu bien logrado, sin ahogarse en una intención folklórica.