Ceremonia natural en el mar argentino

Que sople viento a favor pero no tanto. Esa es la plegaria de los feligreses turistas que llegan a Puerto Pirámides (Península Valdés) para admirar a las reinas del mar azulado: las ballenas.

Algunos tienen la suerte de verlas más de cerca; otros las aprecian un poco más lejos. Y es que nadie puede asegurar que el ballenato se posará a los pies o que las orcas saltarán mil veces; paciencia y respeto. Son ellas las dueños de su hábitat y nosotros, los intrusos y meros espectadores de la ceremonia.

Cada otoño, la ballena franca austral empieza a manchar las aguas del Mar Argentino. Llegan a estas latitudes para aparearse y permanecen hasta finales de noviembre, para luego migrar hacia puntos más australes.

Para avistarlas en embarcaciones será necesario llegar a Puerto Pirámides, un pueblo pesquero de pocos habitantes que palpita en temporada, casi al ritmo de las respiraciones de su fauna. Y aunque tiene algunas opciones de alojamiento, muchos eligen hacer base en Puerto Madryn y trasladarse más de 90 km en auto propio o con algunos de los operadores autorizados para los avistajes.

Pirámides es un municipio que se encuentra dentro de Península Valdés, un Área Natural Protegida ubicado en el Departamento de Biedma ( sí, con B!). Por eso, al ingresar dentro del área, se paga una tarifa de $600 (valor para turistas nacionales). En 1999 fue declarada por UNESCO “Patrimonio de la Humanidad”.

La estrella del mar

La mayor protagonista del espectáculo natural es la ballena franca austral (su nombre científico es eubalaena australis), uno de los animales más grandes del mundo.

Son mamíferos, tienen respiración pulmonar, mantienen estable la temperatura del cuerpo y a pesar de su tamaño, se alimentan de pequeños organismos.

La cabeza ocupa el 25% del largo de su cuerpo y está cubierta con esas callosidades características que uno divisa. Inclusive, pueden servir para identificarlas, pues son algo así como las huellas digitales en los seres humanos. Su aliento es expulsado por dos espiráculos (los orificios nasales) que dibujan en el aire dos chorros en forma de V.

Miden alrededor de 14 metros. Las hembras son más grandes que los machos. Los ballenatos (los cachorros) nacen con unos cinco metros de longitud y, ya adultos, pueden llegar a pesar unas 5 toneladas.

Embarcarse a la aventura

La excursión comienza con las explicaciones de seguridad y descripción de la navegación.
Una vez que todos hayan subido a la embarcación, comienza la aventura y el rezo para que, al menos, una aleta aparezca. Navegar mar adentro y a fundirse con el horizonte para vivir ese espectáculo maravilloso de la naturaleza.

La experiencia de los guías les da licencia para conocer el momento en el que las ballenas harán su aparición. «Atentos, a la derecha, adelante, que en unos instantes va a salir»…, y así cada vez que los mamíferos se hacen visibles. Ansiedad. Emoción y la adrenalina por lograr captar el momento.

Durante el avisaje, aquello que creemos que son movimientos sin sentido, tienen una función específica en el mundo animal. Los saltos tienen el propósito de mantener la comunicación entre individuos.

Lo que se conoce como «cola en vela» es uno de los comportamientos más esperados y emocionantes. La ballena sumergida verticalmente, con la aleta caudal fuera del agua, dejándose llevar por el viento.

Puede permanecer así por más de 20 minutos, y aunque muchos no encuentran una explicación científica para saber qué las motiva, es sin dudas uno de los momentos más aplaudidos y suspirados; ese que entretiene a todos para lograr el mejor «click».

Pero lo que las cámaras no lograrán retratar es la magnificencia real de ese espectáculo, allí en la inmensidad del mar argentino, con el viento levemente soplando (por suerte).