Está bien que haya que tomarse un par de horitas para llegar desde Esquel a Lago Verde en auto. Es una especie de transmutación que permite dar tiempo al alma a acomodarse a vivir una experiencia diferente. Uno se mete en las entrañas de un parque inmenso, con zonas intangibles, colores que son como el final del arcoiris. Allí late un ritmo diferente.
La contemplación como se la conoce parece ansiedad en contraste con el sonido del lago meciéndose a los pies de las cabañas de El Aura Lodge, justo en el sitio donde late Los Alerces.
La arquitectura es resultado de la búsqueda de un lenguaje formal representativo de la tradición arquitectónica que históricamente definió la identidad institucional de Parques Nacionales. En este marco, se desarrollaron proyectos edilicios funcionalmente contemporáneos y de integración con el medio. Las cabañas y edificios de servicios complemetarios, aggiorna y recrea el lenguaje tradicional del Arquitecto Bustillo, con una gestualidad contemporánea. La materialidad propuesta elige la piedra y la madera como principales elementos de su composición e integración con el paisaje.
Una ruta a la naturaleza
Visitar El Aura Lodge es regresar a la naturaleza en su estado puro. Un paraíso dentro del Parque Nacional Los Alerces, desarrollado bajo estrictas normas de cuidado ambiental. Su arquitectura, integrada al entorno, fusiona un sofisticado diseño con el bosque virgen. Amplios ambientes se combinan con la luz natural, revelando detalles exclusivos de un lugar tan íntimo como protegido, ideal para vivir una auténtica experiencia natural.
Las grandes superficies vidriadas que dejan fusionar los interiores con los exteriores, sin competir para nada con el paisaje excepcional de la zona. Un gran lobby da la bienvenida. Una gran chimenea de piedra le da un eje vertical al living para poder descansar. Allí, una alfombra tejida con lana natural es el soporte para una mesa baja hecha a partir de un tronco, guiño que se repite con la obra de arte que enmarca la chimenea.
A un costado, una larga barra secundada por una bodega permiten sentarse al atardecer, mientras el sol cae por detrás de la montaña, a degustar los mejores vinos patagónicos.
Lo que suma el detalle minucioso es a crear una experiencia donde el afuera y el adentro se conjugan en una armonía que hace complejo dilucidar los límites. Hay un sabio descubrir del slow que no se siente como impacto, sino como natural trascender hacia otro modo de vivir el parque.
La cadencia del desayuno con olor a casa, el almuerzo aventurado en vínculo con la naturaleza, el té de la tarde en e propio deck de cada lodge mirando las resumidas olas del lago y la cena con la penumbra del atardecer remolón que huele a ingredientes de aquí a la vuelta, son eslabones que encadenan un imperdible.
Contarlo es pobre. Vivirlo es único.