Hay tanto que apreciar que más allá del ajetreo interminable de una ciudad que burbujea de visitantes y atractivos, que es preciso tomarse un tiempo, por lo menos, para comer. En un punto estratégico del centro histórico de Sevilla, se encuentra el refugio en Catalina, casa de comidas y más.
Desde su nombre emerge el sentido que funda el restaurante. Fondo de armario en las recetas, un hogar donde los fogones hacen de las suyas y un sitio donde localizar un plus que completa la experiencia.
Fusión, tradición, innovación, raíces, el producto como protagonista y elaboración artesanal, una propuesta de cocina de mercado y K.M.0. en el centro histórico de Sevilla, a pocos pasos del Palacio de Dueñas y el Puente de Triana, esta Catalina enclavada en la Plaza Jerónimo de Cordóba. Se trata de uno de los primeros restaurantes slow food de la ciudad, donde la selección y producto forman parte de las premisas de la carta.
Cocina de mercado
Gonzalo Villalba, el cocinero, como le gusta hacerse llamar, sostiene que «la mejor receta es la pasión y el maridaje perfecto trabajar con detalle en nuestra cocina y en nuestra sala».
Se trata de un local fresco y urbano. El plan perfecto es vivir sus terrazas: en primavera, lo mejor es dejarse llevar por el bullicio de una de las calles más animadas del centro y cuando el clima es más fresco lo mejor es que se sigan sintiendo parte de la cuidad tras su gran ventanal interior.
Las apuestas culinarias son abundantes, y el tapeo pasa a ser plato principal. Si se llega con hambre, se puede apostar por la tortilla de papas con txistorra, todo preparado en el momento. Los minicanelones gratinados de pollo de corral con foie son mucho más que mini. Su aún hay ganas de pastas, los raviolis rellenos de confit de pato son para suspirar. Imposible no probar una ración de las bombas de secreto ibérico confitado ligeramente picantes: un sabor muy personal.
Para el momento del postre, los hay en porciones generosas para todos los gustos de golosos. Apostar a la propuesta del día puede ser una idea interesante.
Se parte de la experiencia Catalina como de la casa de la abuela: pipón y feliz, luego de una pausa larga, extendida en el goce de ir degustando de a poco.