A una hora de navegación de la costa de California, partiendo en ferry desde Long Beach, Los Ángeles, este romántico paraíso tiene opciones que van del relax a la aventura en un solo paso
AVALON, CA.– Cuando alguien pregunta dónde queda el casino, se le indica cuántos pasos debe dar para llegar a él. Lo mismo cuando se está interesado en ascender a los pequeños montes que abrazan a la ciudad de Avalon: hay que caminar hacia aquí y hacia allá. Caminar es el vehículo ideal para llegar a todas partes en una visita a este paraíso isleño de una sola ciudad, bañada por el Pacífico y signada por embarcaciones de todo tipo y color, construcciones de variado encanto, playas tranquilas y galerías de arte. Avalon es tranquila. Podría decirse, tranquilísima. Tanto así que muchos viajeros de la tercera edad y familias con niños pequeños la eligen como destino de día completo partiendo desde la costa Oeste. Los ferries y los barcos llegan a su muelle y convidan con el primer tramo de caminata bajo la sombra de las palmeras de la costa con el aire de la mañana. La geografía empieza a escalar en altura y también, obligadas, lo hacen las casas. Se ve crecer la silueta de la isla en pocas cuadras, pero allí, al lado del puerto y a nivel del mar, es donde se concentra la actividad turística y comercial. Hay gente leyendo sin atuendo playero pero con los pies en la arena, hay gente remando en kayaks, hay gaviotas desvergonzadas, hay locales de venta de manzanas acarameladas con coco, confites, chocolate y colores infinitos. Más adelante, por si alguien se haya cansado de andar de a pie, un puesto ofrece alquilar un carrito de golf, el medio de locomoción predilecto después de las piernas humanas en este lugar. No se permiten automóviles de otro porte, con tan estricta regulación que hay habitantes de la isla que esperan hace más de una década la autorización para adquirir sus cuatro ruedas. El paraíso sólo tiene un Hummer 4×4 que trepa las laderas empinadas rumbo a la aventura en las serranías, pero ningún otro motor interrumpe el sonido exquisito del oleaje. Las propuestas gastronómicas se reproducen a lo largo de la costanera. Y también el volanteo de oferta de actividades: buceo, snorkel, heli-hiking (o traslado en helicóptero hasta la cima del Monte Orizaba para realizar allí senderismo), día de spa, salidas en bicicleta, jornada en la playa bajo la sombrilla o recorrido por el backstage tour del emblemático casino de planta circular que es protagonista indiscutido de todas las postales de Avalon y que conserva en su interior murales art decó y un órgano clásico de 1929 dignos de ser vistos de cerca.
Oceáno a disposición
Muchos peces se amontonan en la costa y las gaviotas están tan atentas como los pescadores en el muelle de madera pintado de verde. El clima benévolo regala sol casi permanente y una temperatura mediterránea a lo largo de todo el año. Entonces, el disfrute del aire libre y del vaivén oceánico se vuelve una constante. Tan convocante es el azul profundo del agua que muchos turistas optan por la menos convencional de las excursiones: un submarino amarillo que se interna bajo el mar para escudriñar en sus secretos durante lapsos de 30 minutos. La llegada y el regreso también hacen que los pasajeros dialoguen con este entorno, tornando el paseo de ida y vuelta en una parte fundamental de la narrativa del destino. Los ferries salen a diario, en diferentes horarios, desde Newport, Long Beach, Dana Point (más al sur) y San Pedro (más al norte). Para la agitada y siempre brillante Los Ángeles, a 35 kilómetros al Noreste, Catalina puede ser el sinónimo de la paz más absoluta. Vale para leer, caminar sin apurar el paso, escuchar la canción natural y dejarse mimar por el entorno benevolente.
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