Los Esteros del Iberá son refugio de la fauna del Litoral y lugar privilegiado para entrar en auténtico contacto con la naturaleza. El servicio y atención de los lodges completan la experiencia
COLONIA CARLOS PELLEGRINI.– Asoma el sol en el lejano horizonte. Tiñe de anaranjado el puente, que se refleja en las hasta ahora quietas aguas brillantes del estero, que comienzan a sacudirse por las lanchas que hace apenas minutos partieron del muelle del camping. Es cierto, en vacaciones la mayoría no elige madrugar, pero aquí, en el centro de la provincia de Corrientes, hay que ganarle al sol y al calor, que amenazan por las tardes. Por eso, los avistajes embarcados se hacen al amanecer y por las tardes, previo a la puesta del sol -magnífica también- sobre los esteros. Y también está la aventura de descubrir con reflectores los ojos brillantes de los yacaré cuando ya reina la luna.
De eso se trata viajar a los Esteros del Iberá: acercarse a una distancia inusitada a una fauna que sólo conocemos a través de documentales.
Paraiso del zoom
Las navegaciones son como un parque de diversiones para los amantes de la fotografía porque, sin apuro, se recorren canales a lo largo de 2 horas con la paciencia y agudeza visual de los lugareños.
Ellos saben descubrir las cabecitas de los yacaré bebés, que hasta el año de vida apenas miden unos 20 centímetros. Avistan la cornamenta del ciervo de los pantanos que se esconden junto a su harén de 3 a 4 hembras (de menor porte), entre los matorrales de las islas. Son islas flotantes, porque se tratan de entreveros de camalotes, irupés y diversas plantas acuáticas que conforman este habitat en el que todos los mamíferos, reptiles y aves están adaptados al agua.
Sobre la lancha, entre tanto asombro, comienza un desafío entre los navegantes: quién avistará el próximo animal. Ya en tierra continúa la compentecia, a través de un sendero selvático para descubrir las familias de monos Carayá, primates de pequeño porte que se destacan por sus gritos, por eso también lo llaman mono aullador.
Al final del camino, cruzando el puente
La Colonia Carlos Pellegrini dista a 120 kilómetros de la ciudad de Mercedes, famosa por el santuario del Gauchito Gil. Pero dos tercios del camino son de tierra y obliga a dejar atrás la prisa urbana. Tras casi dos horas de viaje, nos encontramos con un centro interpretativo que integra la «Reserva Natural Provincial del Iberá», que luego visitaremos en las excursiones y el angosto puente que lleva a la Colonia. Hasta 1972, el cruce de la Laguna Iberá se hacía en una balsa sobre tambores, tirada por una yunta de bueyes que pasaban nadando. En aquel año, se levantó un puente metálico provisorio, del tipo Bailey… que es el mismo que hoy truena con los viejos tablones de madera al paso de los pocos vehículos que circulan por la Colonia.
También el puente será protagonista de una de las excursiones cuando se deba pasar en lancha por entre sus pilotes de quebracho para ir al río Miriñay.
Los Esteros del Iberá integran el segundo humedal más del grande del mundo, con 1.300.000 hectáreas: un área tan extensa como inexplorada. Será la Laguna Iberá, con tan sólo 5500 hectáreas, la que nos abra la puerta a este encuentro con la naturaleza, de cercanía extrema.
+ info: nandereta.com.ar y camaraturismoibera.com.ar
Lee sobre alojamiento en: Experiencia Iberá, Ñandé Retá