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Pinamar: Natural, chic y con historia

Es uno de los balnearios más bellos de la costa bonaerense. Historia, sabores, golf, dunas, pinos: todo es un convite para el deleite, con aire de sal

Es uno de los balnearios más bellos de la costa bonaerense. Historia, sabores, golf, dunas, pinos: todo es un convite para el deleite, con aire de sal

PINAMAR.– La historia habla de pioneros, mar bravo y dunas domesticadas a fuerza de coraje y de pinos, muchos e incontables ejemplares de pinos. Claro, de allí sale el nombre propio de esta ciudad que se puebla de fanáticos en verano, pero que también es contenedora de experiencias y emociones durante el resto del año. Basta llegar para desenchufarse, dicen muchos. Y quien lo pruebe, sabrá que es cierto. Será, tal vez, el aire intenso y salino que llega desde la playa. Será la cena de bienvenida con paella y sobremesa larga. Será la expectativa de que el pronóstico del tiempo acompañe, para que al otro día uno pueda sacarse los zapatos y así, dejar la huella marcada al ladito del mar.

 

 

 

Pinamar creció. Es cierto. Se expandió del centro histórico y comercial hacia uno y otro lado; caminó sobre su propia frontera norte para que la gente tenga cada vez más extensión de playa disfrutable; creció hacia el ingreso de la ruta interbalnearia con barrios impecables como la Isla del Golf, La Herradura y Villa de Mar. Pero también conservó sabiamente ese corazoncito de pueblo chico que lo hace silencioso por momentos, como sucede al caminar sobre la pinocha que hace blandos los pasos y adentrarse en los bosques densos donde al sol le cuesta colarse. Sí, caminar y respirar siempre es un buen programa aquí, en cualquier temporada.

Hay cierta energía que conmueve en los que hablan de Pinamar como locales. Está el entusiasmo de Samanta, una de las paisajistas que cría pinos en el vivero para donarlos a los vecinos y seguir desafiando a la arena en su inquietante debilidad con las raíces que supieron echar los pioneros. El vivero, por cierto, es un excelente lugar para comprender la esencia y llevar a los más chicos a aprender sobre los cultivos y ganar conciencia ecológica en un taller divertido.

Andar a caballo, sentir el viento en la cara en un cuatriciclo o remontar las dunas con la habilidad al volante de una 4×4 son algunas de las emociones reservadas por uno de los destinos más clásicos de la costa bonaerense.

Si de clásicos se trata, el Pinamar Playas Hotel, también nacido del sueño de la familia fundadora, es el sitio donde se mixtura historia y confort actual en dosis exactas. Remozado como en sus años mozos, con permiso para el juego de palabras, los pisos de damero, las escaleras de hierro forjado y las puertas macizas sumaron un lobby poblado de fotos en blanco y negro, desayunos frugales y un spa que hace las delicias de los que buscan el descanso: los masajes son exquisitos, la ducha escocesa, el baño de vapor y el sauna completan las jornadas de piscina indoor o bajo el sol en el patio central. Todo recuerda a los balnearios de antaño, con un aire vintage glamoroso y encantador.

Para seguir ese ritmo, a apenas dos cuadras, La Vieja Hostería de Pinamar sirve un té delicioso, con blends diseñados por Inés Bertón a medida del lugar. La vajilla de la abuela, los dulces caseros de tomate, ciruela y durazno, los scones calentitos deleitan. Sí, definitivamente, también endulzan la vida.