CARTAGENA.- Detrás de los muros que atesoran otras épocas, se avista una ciudad moderna que aprende a convivir con una pesada herencia. A orillas del Mar Caribe, se alza como la quinta ciudad más importante de Colombia, con relevancia portuaria para toda la región.
Llegar hasta aquí no es difícil pues desde Bogotá o desde cualquier aeropuerto del país, existen variantes de vuelos para conectar con esta pintoresca ciudad.
Cartagena conserva la ciudad amurallada, de estirpe colonial. Sus angostas calles, animadas siempre al “son” de alguna canción, albergan tiendas de ropa, restaurantes, casas de arte y joyerías que ofrecen esmeraldas a cada paso. Fuera de esos muros aparecen postales de barrios diferenciados como el popular Getsemaní o Bocagrande, el distrito de los rascacielos y apart hotel.
Su centro histórico fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1984. Y es que ese baluarte cartaginense encierra el alma de la ciudad, esa que sirvió de inspiración a Gabriel García Márquez y a tantas películas, canciones y festivales del Séptimo arte.
Los free tours, tan comunes en las ciudades extranjeras, ayudan a obtener una mirada general. Además de palpar la historia de siglos en esas calles empedradas, Cartagena invita a asombrarse con sus antiguas iglesias, explorar el Castillo de San Felipe, y perder el tiempo contemplando los floripondios balcones que ornamentan callejuelas, como si siempre fuera primavera.
La ciudad es un museo al aire libre, que combina sol y playa con cultura e historia. Y que luce su vestido más alegre cuando la noche empieza a caer. Las terrazas cobran vida con tragos y tapas a los que los turistas ceden. Hasta es posible viajar a otro tiempo y enamorarse de esta perla del Caribe, subidos a un carruaje bajo tutela de caballos que, quizás, otrora hayan servido a algún personaje de esta colonial ciudad.
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