A 10 kilómetros de Ezeiza, Laguna de Rocha reclama con inundaciones los humedales de Esteban Echeverría.
Atender, atender. Vamo’ a contar la historia que pasó una vez. La historia de aquel hombre mitad hombre y mitad pez, que un día en la laguna se dio cuenta que… glu glu glu. (Glu glu – 4 pesos de propina)
Resulta que en el Oeste hay una Reserva Natural. De las pocas que tiene la Provincia de Buenos Aires alejada de la costa. Abandonada en el tiempo y deteriorada por diversas pujas judiciales, la Laguna de Rocha está atrincherada.
Una impresionante tormenta se desató el día que la quise visitar, pero la Guardaparques encargada me insistió que vaya. Justamente eso es lo que pone fuerte a Rocha: Agua.
El cruce entre la Richieri y la Ezeiza-Cañuelas señala la bajada y el ingreso, a través de la Escuela Hogar Evita. Tres edificios imponentes en el medio de la naturaleza, que proyectan las conquistas peronistas para los barrios obreros, indican el camino hacia la pequeña casita que es bunker de Florencia y su compañero Darío. Hoy, esos pabellones inmensos no alcanzan a ser fachada. Todavía reciben a varios chicos, pero su condición es precaria como la coyuntura.
Mate y tostadas, me senté a la mesa a escuchar sobre “bichitos y plantitas”, pero -como espero que pase siempre- la problemática real decantó sola.
Al Oeste, las autopistas marcan la frontera de la Reserva. Al Este, definirla es más difícil. Los vecinos de Transradio, 9 de Abril y Federal abren calles nuevas proveyéndose de soluciones habitacionales sobre terrenos de cortaderas y pajonales que son de la laguna. No hay entes de control. No hay diseños urbanos. Si no llueve, se avanza. Si llueve… glu glu glu.
“Necesitamos que la gente entienda en dónde está viviendo”, me decía Flor, “las personas arman sus casas en estos lugares porque encuentran ventajas económicas, pero hay que explicarles que lo normal es la inundación. Trabajo para que cuenten con esa información y que sepan que estos espacios son esenciales para la vida y para combatir los cambios climáticos”. Desafío enorme.
Sauces, Acacias, Alisos, Ceibos y también una variedad enorme de aves que representan el 40% de todas las especies de la Provincia de Buenos Aires se refugian en Rocha. Los humedales son también los principales depósitos naturales de agua dulce. Son zonas bajas que reciben todo el flujo fluvial. Nuestro ecosistema, su flora y fauna autóctona, se desarrollan y sostienen en base a eso. Ésto es lo que protegen los Guardaparques, pero este par de personas preocupadas entienden perfectamente que es una batalla que no se gana puertas adentro.
Desde el pequeño taller improvisado en el patio de la casita, Darío contribuía a la conversa: “Fijate cómo son las casas en Tigre, con esos postes que las sostienen elevadas”. Me hizo pensar en esas normativas del Delta.
¿Existirá la posibilidad de controlar el avance del hombre sobre la Reserva y al mismo tiempo dar una solución a su necesidad? Si hubiera políticas adecuadas, seguramente podríamos frenar nuestra invasión y pasar a ser una especie, aunque exótica, que no afecte tan drásticamente el humedal. Sueño, sí. Pero la batalla se sigue dando.
“Elegimos que nuestro puesto esté entre las escuelas para que vean las actividades que hacemos y tengamos llegada a las familias. También elegimos nombrar a nuestra seccional Telomián Condié –Un cacique Querandí de la zona que resistió a los españoles- para generar identidad”, me cuentan. Genial. Rocha tiene un potencial espectacular para desarrollar talleres de pintura, huerta y carpintería con los estudiantes. Recuperar los pabellones abandonados para la formación de nuevos Guardaparques provinciales o algún otro tipo de centro educativo. Es un bastión de la naturaleza enclavado en uno de los lugares que más lo necesita.
Pienso que éste es el nexo que une cada viaje con mirada sustentable: la ecología social. La preservación de la naturaleza entendiendo al ser humano como parte de ella. Es lo primero que me guardo en la mochila.