La presión correcta en los neumáticos (la que marca el manual del conductor, sí, ¡hay que leerlo!) permitirá un contacto parejo entre las cuatro ruedas y el suelo y reducirá las posibilidades de pinchazos. Por eso, hay que chequear la presión cada 10 días o antes de hacer largos viajes, incluyendo también el auxilio.
De todas formas, siempre un clavo puede cruzarse en nuestro camino. Si otro auto nos advierte que tenemos una goma baja, por una medida de seguridad –no vial, sino por la inseguridad- no frenen de inmediato, avancen a menor velocidad hasta una estación de servicio donde puedan chequear la presión. Si sufrimos un reventón violento, lo principal será mantener la trayectoria tomando bien firme el volante. Y ya con el control del vehículo, llevarlo hasta por fuera de la banquina, lo más alejado posible de la calzada (el ingreso a una tranquera será la mejor opción).
Antes de bajar del coche, sea de día o de noche, es esencial ponerse el chaleco refractivo (que justamente es importante tener dentro del habitáculo). Luego hay que disponer las balizas tipo triángulo 75 metros por delante y por detrás de nuestro coche detenido, si estamos en una ruta de doble mano. Ponerlas a pocos pasos no es suficiente porque a 100 km/h, un coche recorre 28 metros en sólo un segundo, que es lo que demorará un conductor en tocar el freno desde que advierte nuestra presencia.
La dificultad de quitar el auxilio dependerá de su ubicación y no todos los vehículos traen la misma rueda para reemplazo. Además de que la llanta sea de chapa, eso es sólo estética, puede ser un rodado más chico e incluso más angosta. Un auxilio temporal nos va a obligar a no superar los 80 km/h y encontrar lo más pronto posible una gomería.