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Gorilas en el corazón de África

Buenos Días Birding realizó este exclusivo safari fotográfico en el corazón de la selva africana

Buenos Días Birding realizó este exclusivo safari fotográfico

Por Dante Apaza

El desafío que nos habíamos planteado era hacer más de 10.000 kms para poder fotogra­fiar gorilas de montaña en su habitat natural. Llevábamos una buena cantidad de equipos y la ilusión de encontrar una especie que nos desafiaba en lo físico y lo técnico para lograr buenas fotografías en un lugar desconocido, las selva nubosa de las montañas de Virunga, del lado de Uganda.

 

 

 

Luego de combinar vuelos a  Kampala, capital del país, seguimos nuestra aventura por tierra hasta una pequeña aldea de montaña llamada Bwindi. Confieso que no fue un viaje directo porque el camino tiene muchos otros hitos imperdibles como la pico­ zapato, humedales del Lago Victoria y el par­ que nacional Lago Mburo. Allí pudimos foto­ grafiar diferentes especies y disfrutar de cada posta, pero nuestro objetivo, lo que moviliza­ ba  nuestras ilusiones eran los gorilas de montaña. 

Desde  Bwindi  emprendimos muy temprano  nuestra  caminata dentro del  Parque Nacional  Impenetrable,  con  guías, porteadores  y guardias armados, comunicados con  los rastreadores en  la montaña.   Nada   puede  transmitir   lo que significa  caminar  en  medio  de la selva fuera  de todo sendero, y en  plena montaña. 

Solo quien  haya  vivido  una experiencia similar podrá tener una  idea aproximada  de tan tremendo  desafío, realmente  agotador,  con   pendientes de hasta  setenta  grados  de  inclinación, horas  y horas  caminando  por la  selva, abriéndonos   camino   en  una   densa vegetación a fuerza de machetes, piernas y  brazos que  los  locales  usaban  con una  increíble  destreza.

La  vegetación enredada  a  nuestra   altura   escondía todo tipo de formas de vida y amenazas, mientras los guías daban su tiempo a los que iban cayendo lastimados, exhaustoso paralizados por lo que nunca imaginaron.

Se sacuden los árboles y las emociones

Durante  las  primeras  horas  no había  ni señales  de los  gorilas,  pero seguíamos caminando sostenidos  y  la  ilusión  por lograr esas fotografías nos  inyectaba  el la  energía necesaria  para continuar.  En un momento  de sudor  y tensión,  escu­chamos cierta  euforia  por la  radio.

En un inglés difícil de entender nos alertan que encontraron rastros de un grupo de gorilas. Desde una ladera empinada y vi­mos del otro lado del cañadón, las prime­ras señales  que  nos  dejaron  sin  aliento: arboles que se sacudían  violentamente. Aún  no podíamos  verlos  pero ¡Era  la prueba que esperábamos!

Atravesamos no sin dificultad  el  cañadón y volvimos a trepar. Los porteadores llevaron nues­tros  equipos  solo  hasta  ese momento  a partir del que nos tocaba entrar al recin­to sagrado por las nuestras:  avanzamos  solo  con  la  compañía de los guardias. Otro movimiento en la  vegetación  nos alertó  so­bre  la presencia inminente, y quedamos pa­ralizados frente al paso de una hembra con su pequeña cría  en  su espalda.

Salió  cerca nuestro,  muy tranquila,  y con  movimientos lentos  pudimos hacer  las  primeras  tomas con   una   felicidad   indescriptible.   Luego, otras hembras  comenzaron  a aparecer  en un sitio increíblemente abierto. Se alimenta­ban de hojas y pudimos completar una serie increíble. Pero faltaba uno de los sueños: el macho  espalda  plateada,  el líder  el grupo.

En medio  de las  hembras  y las  crías,  lento, imponente,  enorme, apareció  de entre la densa vegetación, muy atento a todo  lo que lo  rodeaba. Sin dudar disparamos  nuestras cámaras en  ráfaga,  como  queriendo  regis­trar  cada movimiento,  cada  gesto que nos regalaba  en su lugar,  en completa  libertad, dueño de sus dominios. Fue una experiencia muy fuerte, un encuentro cara  a cara  con  la mirada  casi  humana  que  nos impactó.

En el  recuerdo quedaba ese instante  má­gico  en  que disparás una  foto y sabés que estás frente  a lo  que siempre  soñaste,  a lo que viniste a buscar desde más de 10  mil kilómetros. El  viaje siguió,  con  más y más momentos mágicos, fotografiando elefan­tes, antílopes, hipopótamos, aves  de colo­res increíbles, búfalos y la  lista es mucho más larga.  No menos emocionante  fue el encuentro con  los chimpancés en libertad.

Uganda también nos regalo momentos má­gicos a través del cordial trato de su gente, navegaciones,  caminatas, atardeceres in­creíbles, y todo esto registrado en  fotos, pero son las emociones del sueño cumplido y la naturaleza  en  libertad  lo  que  quedará por  siempre  en nuestro  corazón.