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Deseo en concreto y curvas

La ciudad parece detenerse apenas se lo intuye. No es un edificio que se ve: es uno que se presiente. Aparece entre el vértigo de São Paulo como un objeto misterioso, casi flotante, cuya forma desafía la lógica y convoca el deseo. Es un barco. Es un ojo. Es un suspiro de concreto. Es el Hotel Unique, esa criatura urbana que desde 2002 lleva escrita la palabra «ícono» sin ostentación, como quien la pronuncia en voz baja, pero la deja resonar para siempre.
Diseñado por el arquitecto Ruy Ohtake, el Unique fue, desde su origen, un gesto de identidad. Una forma de recordar que lo verdaderamente lujoso no es lo predecible, sino lo que se atreve a ser distinto. Ahora, en junio de 2024, esa osadía se vuelve a encender. Luego de tres años de estudio minucioso, el hotel presentó la renovación de sus habitaciones: 30 espacios transformados —tres de sus seis pisos— que fueron repensados sin desviar ni un milímetro de su alma original. La obra de Ohtake permanece intacta. Y sin embargo, todo se siente nuevo.
La renovación, liderada por João Armentano, no busca imponer un nuevo relato, sino escuchar el que ya existe. Las curvas siguen ahí, como olas de un mar contenido. La luz no invade: acaricia. El concreto no endurece: abraza. La intervención es tan silenciosa como poderosa, y se percibe en los gestos mínimos, en los matices, en la manera en que cada rincón respira modernidad sin olvidar la sensualidad del misterio.
Entrar al Unique es atravesar un umbral narrativo. El ascensor oscuro funciona como preludio: allí, todo se apaga para que comience lo otro. El silencio no incomoda, sino que protege. Los pasillos, sinuosos y con luz tenue, parecen guiarnos hacia una ficción que aún no fue escrita. El azul del techo y el piso recuerda que, incluso dentro, el cielo y el agua nos acompañan.
Y entonces, la habitación. Esa escena donde todo cambia. Lo urbano da paso a lo íntimo. Tonos arena, texturas cálidas, una claridad que no encandila pero transforma. El concreto, antes duro, se vuelve piel. Las maderas en suelos y muros generan ese confort inexplicable, ese abrigo visual que no se nota pero se siente. Las ventanas, como ojos que miran São Paulo, nos invitan a ver sin ser vistos. Todo es invitación y juego.
El vidrio está por todas partes. En las mesas, en los armarios, en los detalles. Pero no hay frialdad: hay erotismo. Una ducha que decide si se muestra o se oculta con solo una orden digital. Una televisión que aparece detrás del espejo, como un secreto compartido. Luces que obedecen el ánimo. Sonidos que obedecen el dedo. El Unique no quiere que lo mires: quiere que lo vivas. Y lo más inesperado: en medio de tanta vanguardia, una bañera victoriana. Porque nada seduce tanto como lo que no esperábamos encontrar.
Hay gestos de brasilidad escondidos en los detalles: esculturas de artistas locales, libros que dan cuenta de un país de capas profundas, piezas decorativas que no distraen, sino que susurran. Nada es decorativo: todo es relato. Porque el Unique no sólo se muestra, se cuenta.
El descanso se convierte en ceremonia. Las camas king y super king invitan a lanzarse como quien se rinde al deseo. No hay instrucciones. Solo hay experiencia. No se trata de saber: se trata de sentir. Y es ahí, justo ahí, donde el Unique despliega su poder.
Es el único hotel sudamericano que forma parte de la Legend Collection de Preferred Hotels & Resorts. Pero su verdadera leyenda no está en la etiqueta, sino en esa sensación de haber estado en un lugar donde todo fue pensado para que lo extraordinario parezca natural.
Porque hay hoteles que uno recuerda. Y hay otros, como el Unique, que se quedan viviendo dentro de uno. Como un lugar al que se vuelve aunque no se lo repita. Como una provocación que no se olvida. Como un ícono que no se copia.

Texto: Flavia Tomaello