La nueva propuesta de exhibición del arte europeo del siglo XVIII en el edificio Villanueva ensaya nuevos diálogos entre la pintura, la escultura y las artes decorativas del período, ofreciendo así al visitante una posibilidad de acercamiento más panorámica, completa y sugestiva a la creación artística de esta centuria.
Las obras seleccionadas reúnen piezas con larga presencia en las salas –como la Inmaculada Concepción de Giambattista Tiepolo- junto a otras nada o escasamente expuestas con anterioridad –como los insólitos bustos de cera casi hiperrealistas en la sala 23- y se estructuran en una ordenación cronológica desde los últimos años del reinado de Carlos II y el paso de la dinastía de los Austrias a la de los Borbones para concluir con el arte de la familia Tiepolo dentro de la primera década de reinado de Carlos III.
Este espacio presenta ahora una panorámica de la creatividad artística de aquella centuria a través del Madrid de entonces, en tanto que capital de los reinos hispánicos y sede de la corte al tiempo que centro cultural de primer orden en el panorama occidental. Dicha panorámica se estructura en una ordenación eminentemente cronológica que parte en la sala 19 con los últimos años del reinado de Carlos II y el paso de la dinastía de los Austrias a la de los Borbones con la llegada de Felipe V como primer soberano español de esa estirpe, y concluye en la sala 23 con el arte de la familia Tiepolo dentro de la primera década de reinado de Carlos III, propiciando así el enlace sucesivo con las cercanas salas dedicadas al arte de Francisco de Goya.
En la sala 19 se exponen enfrentados los retratos del mismo Carlos II con armadura por Carreño de Miranda y de su primo y rival Luis XIV, por Rigaud, aludiendo con ello no sólo al escenario político europeo -en el que Francia comenzó a arrebatar a España la hegemonía- sino también a los modelos estéticos diferenciados, aunque también con importantes conexiones, que ofrecían las cortes de Madrid y París. Acompañan a los soberanos una selección de obras vinculadas con la corte española en las últimas décadas del siglo XVII y de los inicios del XVIII, mostrándose cómo en etapa inicial del reinado del primer Borbón español, Felipe V, el nuevo soberano buscó un equilibrio entre la conservación de la tradicional imagen de los reyes de la Casa de Austria y los nuevos aires de su tiempo. Junto con los lienzos seleccionados, la sala presenta las estatuas ecuestres en bronce de los monarcas que protagonizaron el cambio de dinastía, vestidos a la romana, el de Felipe V y destacando el de Carlos II realizado con un dorado al mercurio de alta calidad y mostrando las enseñanzas del equilibrio de un caballo en corveta tomadas de Pietro Tacca, Además, se exponen por primera vez dos pequeños medallones en bronce dorado que representan a Felipe V y a su esposa Mariana de Neoburgo, que han recuperado su formato original, ya que en el siglo XIX habían sido enmarcados por sendos portapaces con añadidos para aparecer representados “a lo divino”. Además, el retrato de Familia en un jardín de Jan Van Kessel el Joven y La Sagrada Familia de Miguel Jacinto Mélendez se presentan al público tras su reciente restauración.
La sala 20 ofrece una selección artística relacionada con la segunda mitad del reinado de Felipe V, en el que el gusto por el arte de corte francés se introdujo en Madrid con enorme decisión gracias a figuras como la de Jean Ranc, retratista oficial del monarca y de su familia, y Michel-Ange Houasse, quien renovará con su actividad los géneros del paisaje y la mitología. Acompañan en la misma sala dos obras de Watteau que testimonian el interés del coleccionismo regio en el arte francés del momento, y como obra escultórica, un relieve atribuido a Antonio Dumandré, uno de los artistas franceses traídos por Felipe V para participar en la decoración de diversos palacios, y uno de los protagonistas de la fundación de la 3 3 Real Academia de Nobles Artes de San Fernando de Madrid. Otras obras vinculadas con el movimiento rococó ya activo por entonces en Francia completan la presentación.
La sala 21 ubica al visitante en el reinado de Fernando VI y ofrece una reflexión sobre el gusto italiano que dominó en Madrid durante aquellos años gracias a la presencia muy principalmente de Corrado Giaquinto, artista que de forma previa a su llegada a la capital española ya había destacado en el panorama artístico de la ciudad de Roma. Para enmarcar adecuadamente su figura, se acompaña de obras de su maestro Francesco Solimena y de su coetáneo Sebastiano Conca, así como de otras de Giovanni Paolo Panini, cuyas vistas de ruinas gozaron de enorme aprecio en la Europa de su tiempo. Se encuentran igualmente dos vistas de Nápoles en el momento del embarco con destino a España de Carlos III debidas a Antonio Joli, evento con el que inicia el reinado de ese soberano como sucesor de Fernando VI. Completan la sala dos consolas de la real fábrica del Buen Retiro con tableros de piedras duras, una de las cuales presenta decoración a base de motivos concebidos con recurso de trampantojos y dispuestos como “mesa revuelta” intentando que parecieran objetos reales, y dos óvalos realizados con los mismos materiales y técnicas, todos realizados en una de las manufacturas ligada al deseo reformista de los Borbones españoles, fundada por el mismo Carlos III, para la que trajo a la capital maestros florentinos.
La sala 22 evoca la llegada a España de Carlos III tras la abdicación del trono de Nápoles en su hijo Fernando y el inicio del gusto neoclásico en la corte de Madrid gracias a la presencia, entre otros creadores, de Anton Rafael Mengs. Este artista retrató tanto a la familia real española de entonces como a muchos de sus parientes en otras cortes de Europa, siendo ese el caso del Fernando IV rey de Nápoles, bajo cuya efigie se ha dispuesto una consola del siglo XVIII, restaurada para esta nueva presentación, similar a la pintada por Mengs en dicho retrato.
Por último, la sala 23 alude a la presencia en Madrid de Giambattista Tiepolo y sus hijos Giandomenico y Lorenzo al servicio de Carlos III. Con ellos, el canto de cisne del Barroco europeo convivió durante la década de 1760 en Madrid con el más novedoso estilo neoclásico representado por Mengs. Al mismo tiempo, la sala alude a la ciudad de Venecia como centro creativo en el siglo XVIII, con una Virgen con Niño de Francesco Trevisani, y a la ciudad de Bolonia. Bolonia fue el centro neurálgico de una especialidad muy escasa, el trabajo escultórico en cera, de gran refinamiento y difícil catalogación, con dos retratos atribuidos a Filippo Scandellari, que trabajó en varios encargos para importantes personajes. Ambas obras estuvieron más de un siglo en depósito, y se muestran restauradas por primera vez en el Museo Nacional del Prado. Estos retratos de cera tienen efectos de veracidad casi hiperrealista que además se refuerza gracias al uso 4 4 de pelo natural, globos de vidrio para los ojos, hueso para los dientes, y textiles y metal para los ropajes y aderezos. Finalmente, la ciudad de Florencia está representada por la obra de Giovanni Camillo Cateni con La zarza de Horeb en el momento en que Dios Padre se aparece a Moisés sobre una zarza ardiendo, el último de los doce grupos escultóricos en bronce de temática religiosa encargados entre 1722 y 1725 por la Electora Palatina Anna Maria Luisa de Medici a los mejores broncistas de su tiempo. Tras este recorrido, el visitante del Museo Nacional del Prado puede continuar la visita de sus colecciones con un sentido cronológico y evolutivo dirigiéndose a las cercanas salas de Goya, donde se ofrece una amplia selección de la producción de este artista desde tiempos del mismo rey Carlos III.