Brasil

La nueva ola de Barra de Tijuca

Grand Hyatt Rio de Janeiro PRINT 10

La playa se lleva todas las miradas. Es la que se ha transformado en la verdadera garota de la ciudad que atrae todos las miradas. Como imán irresistible el azul profundo y ajetreado acompañado de la arena clara que imita al sol hace girar la cabeza hasta a los cariocas. Río de Janeiro es una enorme ciudad que, como tal, está repleta de matices. Hablar de unidad es posible sólo bajo su nombre. Está repleta de microclimas que se ciernen bajo el mismo cielo.

Barra de Tijuca es el aire más contemporáneo de la ciudad. Enclavada en una zona pantanosa y de bosques tropicales, la Baixada de Jacarepaguá, una red de manglares muy poco frecuente en el planeta, está ocupada por granjas y molinos. Para mediados del siglo pasado, gracias a los túneles y rutas que atraviesan los morros costeros, la zona se convirtió en un «fuera de Río» atractivo para la vida más pacífica. Siempre sin perder el roce del mar.

El puerto o desembocadura de un curso de agua se denomina «barra» en navegación. Tijuca, en cambio, es un término aborigen que significa «camino hacia el mar». La zona es, precisamente, un rompecabezas de lagunas interconectadas con agua salobre gracias a la inmersión del océano en sus aguas dulces. 

 

 

 

La vida campestre de Río

La historia de la zona data de la colonización. Sus tierras fueron repartidas entre los ganadores de la guerra contra la invasión fancesa a la Bahía de Guanabara. Los nuevos propietarios se convirtieron en granjeros hasta casi el final del siglo XIX.

En la llanura de Jacarepaguá, ya a principios de la colonización portuguesa, aún en el siglo XVI y principios del siglo XVII, los familiares de Estácio de Sá y Mem de Sá ya tenían grandes extensiones de tierra, luego llamadas semarias, donde más tarde mantuvieron grandes granjas y molinos. Su ocupación en términos de viabilidad para la cría de ganado y siembra no se usó en las partes cercanas a las costas del océano, debido a lagunas, humedales y marismas, y bancos de arena.

Salvador Correa de Sá, quien fue el tercer gobernante de Río de Janeiro, donó a sus hijos Martin y Gonçalo tierras que fueron de Tijuca a Jacarepaguá y Guaratiba. Su hijo Martín fue el primer gobernador nacido en Río. Fue educado en Europa, pero pasó la mayor parte de su vida en Brasil, Río de Janeiro. El inició el afincamiento en lo que hoy se llama Campinho (entre el Morro do Maranguá y Valqueire), pasando por el Tanque (lugar donde los antiguos tropeiros daban agua a los caballos) y yendo a las lagunas de Tijuca (antigua laguna) , Camorim (antigua laguna de la merlán) y Jacarepaguá (caimán) y Marapendi (mar limpio) y Campos de Senambetiba (lugar de mariscos). 

La sesmaría de Gonçalo (el segundo hijo) abarcaba los campos y las colinas donde el actual camino de Bandeirantes (anteriormente llamado Camorim Road). Todavía en el siglo XVII, otros colonos se establecieron en las áreas de los hermanos Sá. A partir de entonces surgieron muchos molinos. Esa era duró hasta el final del ciclo de la caña de azúcar, aproximadamente hasta la mitad del reinado de D. Pedro II. Más tarde en esas zonas se sembró café  Durante el curso del siglo XX se hicieron algunas subdivisiones. Al mismo tiempo, Barra se hizo accesible gradualmente, primero a través de caminos sinuosos que bordean y escalaban morros, y luego a través de caminos más sencillos usando túneles .

Un punto sorprendente en el desarrollo y la planificación de Barra da Tijuca ocurrió durante la administración del gobernador Negrão de Lima. En este momento, el arquitecto y urbanista Lúcio Costa -autor del «Plan Piloto Brasilia»- recibió el encargo de un plan para el área. Lúcio Costa. En 1969 ideó otro «Plan Piloto» para Barra da Tijuca.
Las obras de urbanización completa de la línea de costa, en la Av. Sernambetiba (ahora Av. Lúcio Costa) solo tuvieron lugar entre 1988-1993, convirtiendo lo que fue una zona de pescadores hasta finales de la década del setenta, en la explosión urbana curiosamente respetuosa de las bondades de la naturaleza: bosques, morros, palmeras, playa, y un clima tropical. También la laguna Marapendi, formada por dos espejos de agua unidos por canales, ubicada a pocos metros del mar.

La perla de la laguna

En las playas de Barra da Tijuca pueden practicarse diversidad de deportes acuáticos, como el surf, kytesurf, bodyboarding, pesca deportiva. Hay varias escuelas de enseñanza de deportes acuáticos y se organizan periódicamente campeonatos en todas las temporadas. Dando un toque de calidad una experiencia sublime emerge. Grand Hyatt es un complejo urbano de estilo propio de Río, que imprime una armonía sutil  con la cultura local. 

A 30 minutos del aeropuerto internacional, la propuesta desafía los bordes de Barra da Tijuca en Río, con un balance equilibrado entre la cercanía a los restaurantes prestigiosos, la zona comercial y las playas calmas. Con una inteligencia particular, mira a la playa, pero se concentran la laguna. Es hacia ella donde muestra el corazón. La sugerencia es resistirse en pedir una habitación con vista al mar, porque las serenas vistas de la laguna y las colinas son un gozo no previsto.

Desde el lobby contemporáneo sorprendentemente minimalista, hasta los tonos arenosos y la piscina bordeada de palmeras, los diseñadores han hecho todo lo posible para reflejar los emblemas de la ciudad y evitar aparecer como un hotel de cadena más. Techos fantásticamente altos, espacios abiertos con paredes vivas con vegetación y homenajes al gran paisajista local Roberto Burle Marx, muestran un esfuerzo genuino por interactuar con la topografía de la región y llevar el aire libre al interior.

Con conceptos bien pensados como balcones de tamaño adecuado, vistas al lago o al mar y grandes baños con ducha y bañera separadas y la marca local Granado que proporciona los artículos de tocador, incluso las habitaciones estándar se sienten como un lujo sofisticado. Es imposible aburrirse gracias a la oferta de entretenimiento del establecimiento. Cantô es el lugar más relajado, ubicado frente a la piscina, permite disfrute tanto en el interior como en el exterior. El restaurante más premiado es Shiso, con chef de larga trayectoria, Miriam Moriyama aporta su lado estelar a una cocina lujosa bien entenddia. Tano está a cargo del desayuno y el almuerzo, versátil, con concepto y gran diversidad gastronómica. El Grand Club Lounge, selecto, en lo más alto, con vista tanto al mar o a la laguna, con servicio las 24 hs.

Termina uno sintiéndose con su espacio cuasi propio, hecho en un sitio soñado, como si alguien hubiera leído las propias intenciones.