Hoteles La Rioja La Rioja

Un boutique ineseperado

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La Posada del Olivo en Nonogasta, en La Rioja.

Hay obras que llevan la marca en el orillo construida de modo coral. Cuando Sebastián, después de hacerse experto en los olivares riojanos, se afincó con Yanina en una casona en Nonogasta que crearon al detalle con la libertad de él y el estilo de ella, no imaginó que se convertirían en los primeros hoteleros boutique de la provincia.

A un suspiro de uno de los monumentos naturales más ricos del país, Talampaya, y rodeados de decenas de bellezas que Sebastián no para de enumerarte a mano alzada, sin tener que pensarlo demasiado, se yergue la Posada del Olivo, un proyecto que nació como casa en un terreno que parece pintado por los deseos, para convertirse en residencia boutique para los que buscan elegancia y sofisticación, sin perder el estilo rural.

Hoy, con seis habitaciones personales, amplias, generosas, con detalles en el rincón más impensado, con la mano certera de Yanina poniéndole espíritu y elegancia, y el buen ojo de Sebastián no dejando nada al azar, su proyecto de hotel boutique, restaurante, gym y pileta, excede todo lo que podés imaginarte desde lejos.

 

 

 

El parque invita con rincones para disfrutar el sol, cobijarte en una tarde de contemplación, iluminar tu amanecer, dejar fluir los pensamientos al ritmo del estanque y sus nenúfares. Cada temporada le suma color a una La Rioja diferente, con el rojo terracota como fondo, pero repleta de verdor y exuberancia de colores.

El desayuno exagera en la oferta criolla recién salida de la cocina amable de la mano casera. Cuando crees que ya está todo servido, llega una mermelada más que acaba de emerger del frío. Aparecen los alfajores de maicena que no encuentran espacio en una mesa repleta de deseos para los sentidos.

La cena siempre tiene a Sebastián y Yanina poniendo un plus que enriquece. La carta es amplia, pero déjate llevar por las recomendaciones. Allí los que saben son ellos. Todo es generoso y sabroso. Vas a redescubrir una cocina hecha como antes, pero con la elegancia de la arquitectura gastronómica moderna. Hay siempre un pie puesto en honrar el pasado y otro aventurándose a la vanguardia.

Yanina supo ajustar su coctelera de diseño. Eligió cada pieza, las batió todas juntas en su sombrero creativo, y las lanzó cual conejo de mago a distribuirse por todo el hotel. El resultado es de una elegancia ancestral, una ruralidad primorosa, con una proyección de modernidad que te sorprende.

La Posada del Olivo es el epicentro perfecto para darse una vuelta por Chilecito, descubrir sus rutas y tradiciones, probar nueces y productos de los olivares, sumergirse en bodegas personales, dejarse seducir por el mentado Talampaya, pero también por los cientos de atractivos cercanos que le hacen sombra al Parque Nacional.

Que haya lujo se trata de experiencia en sus ambas acepciones: años transcurridos que aportan saber y disfrute en el tránsito, ese que te deja lindo sabor en los recuerdos.