Apenas algo más de 400 personas cobija ese sitio que requiere una larga andada de camino de ripio para llegar. Hay que ganarse con esfuerzo el derecho a conocer este reducto majestuoso que reúne la ver del lago al alcance de la mano, con el Mirador de Viento que vuela hasta en los días más calmos o el bosque sumergido único en su especie.
Un paisaje de transición entre estepa y el bosque de cipreses, casi todo el camino se hace bordeando el lago que despierta tomas fotográficas a cada paso.
La margen Norte del Lago Traful la suave pendiente se derrumba sobre una ensalada de arena y piedra donde se asienta un espectáculo único con un bosque de una centena de metros cuadrados que se supone que ha sido desplazado en un movimiento de napas en el pasado, lo que ha dejado las raíces a una veintena de metros de profundidad.
El bosque sumergido es una rareza inigualable, pero cuando se yergue el pueblo frente a los ojos, compite de igual a igual con la riqueza del paisaje.
El mirador
Inmerso en un paraíso patagónico, rodeado de bosques místicos y vírgenes aparece luego de una curva un riqueza inesperda. Alto Traful se ha desarrollado con un genuino concepto boutique donde los espacios se han acomodado para introducirse en el paisaje con armonía. Se sirve de él y lo respeta. Le rinde homenaje desde cada una de sus ventanas que se abren a la generosidad de la naturaleza.
El espacio ha sido aprovechado de un modo sublime. Distribuido en una planta en «L», el frente se le reserva a las habitaciones grandilocuentes en tamaño, simples y acogedoras en su puesta, con un baño que lo puede todo con detalles como su ventana de baño a la altura de la tina.
El lateral se reserva para los espacios comunes: la recepción con el desayunador que, a la par funciona como living, el restaurante debajo y en el voladizo último piso la joya de la corona: la pileta. Un sitio para quedarse con la boca abierta.
A la par, en un sitio poco poblado, la oferta gourmet de su restaurante es ostentosa. Los platos son superadores unos a otros. Los ingredientes son frescos y de proximidad. Los sabores ganan personalidad con tintes locales. La abundancia es la regla. Demasiado paisaje, demasiada naturaleza, es todo un desafío estar a la altura de tanta exageración. Y se logra.
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