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Un borde tan rico como el centro

A apenas 2 kilómetros de Florencia, en la región del Chianti, el vino más famoso de Italia, se encuentra la Villa Leon Lori, un Bed & Breackfast que ofrece magníficos platos de la toscana

La Villa Leon Lori tiene una historia interesante para contar, porque ha sido muy vivida.

Florencia insume demasiada atención. Pero una sorpresa inesperada aguarda en Impruneta a quien se anime a alejarse apenas 2 kilómetros.

 

 

 

Célebre por su producción de objetos de terracota a partir de arcilla colorada, su centro asombra con una iglesia del 1060 que ha sido edificada sobre los restos de un espacio de veneración etrusca del siglo sexto antes de Cristo. Allí mismo se expone uno de los más antiguos objetos textiles que se registra en Europa, el llamado «almohadón de Impruneta».
Accesible en auto o en bicileta desde Florencia, un secreto se esconde unos pasitos tierra adentro. Inmersa en la región del Chianti, el vino más famoso de Italia, aparece la propiedad de la familia de Simone, rodeada de otras casas similares, con grandes espacios verdes, viñedos, vida de campo y villas típicas de la Toscana.
El camino termina en la puerta de la propiedad. El ingreso está limitado por una gran reja con timbre en la puerta. Se divisa la casa central desde ese sitio, antes de entrar. Hasta la casa, desde el ingreso, hay unos 200 metros.
La Villa Leon Lori tiene una historia interesante para contar, porque ha pertenecido a la abuela de la Simona, ha sido muy vivida, y se vincula con la historia de las familias de la zona. Sus cuartos relatan la forma de vida del pasado y cómo fue cambiando con el tiempo.
Este es uno de los hitos que el proyecto Traveling Spoon tiene en Europa. Una red de personas que invitan a los viajeros a experimentar a través de la gastronomía hecha en casa, en familia, como habitantes locales.

Cocina de hogar

Además de un comedor importante, hay una galería semiexterior que permite comer en ella. También es posible hacerlo en la cocina. Todos los ambientes son grandes, espaciosos, con muebles familiares y con una vista generosa hacia el valle que rodea la propiedad.
En el lugar se puede dormir (hay cuatro habitaciones, todas con baño privado. Tanto los cuartos como los baños son enormes. Sin lujos, sobrios, pero de proporciones gigantescas). Cuenta con cancha de tenis y pileta, en ambos casos con vestuarios. Una viña y huerta cercanas. Un jardín enorme con frutales.
La host es Simona. Su madre, en tanto, que es quien cocina y quien acompaña. Ella es luminosa. Agradable, simpática, tiene muchas ganas de establecer diálogo y contar historias de su familia, su casa, la comida y la historia de la zona.
La experiencia es realmente casera. Se sirve en las ollas originales de la casa. No está perfecta, ni la vajilla, ni la presentación de la comida. Eso es magnífico. Todo es muy abundante. Lasagna de verduras (textura increíble, sabor profundo, como el de mi abuela). De plato de fondo una preparación de carne en láminas con hierbas locales que es un plato típico de esa zona de la Toscana. La carne muy tierna (lo dice una argentina), muy bien sazonada, acompañada por chauchas al vapor.
El postre: una tarta con crema pastelera y frutos de la zona y de la temporada (arándanos, grosellas).
La experiencia es grata en general. El visitante parte con aprendizajes nuevos. Con nuevos conocimientos de la comida, de la zona, de la historia del lugar, de las personas que lo recibieron y de las costumbres. Además de irse con un sabor gratísimo de la degustación gastronómica.
El abuelo de Simona y su padre son titulares de una empresa de restauración que, entre otras cosas, realizó la obra de todos los edificios famosos de Florencia.
Es otoño. La tarde es tibia. La temperatura de la casa, adecuada. La luz, perfecta. Un cierto medialuz post mediodía que invitaba a la charla y el encuentro. Un ratito en donde uno se siente Diane Lane, como en el cine.